Thor y Arthur llegaron a la mansión después de casi dos horas de misión. Thor cargaba orgullosamente las bolsas con las coxinhas todavía calientes, el açaí bien frío, guaraná brasileño y un generoso arsenal de paçoca. Arthur venía justo detrás, equilibrando las cajas como si transportara oro.
Al entrar en la casa, fueron recibidos por Zoe y Celina, que prácticamente saltó del sofá.
—¡Por fin! —exclamó Celina con una sonrisa enorme, tomando enseguida la bolsa de las coxinhas—. ¡Ustedes salvaron a una embarazada hambrienta!
—Una embarazada y una golosa —susurró Arthur a Thor, recibiendo de inmediato la mirada fulminante de Zoe.
—¡Te oí, eh! —Zoe le apuntó con el dedo, fingiendo seriedad—. Cuidado, Arthur, puedo ser pequeña, pero soy rápida.
Celina ya estaba sentada, devorando la primera coxinha con una felicidad tan pura que hizo reír a todos.
—Esto… —dijo, cerrando los ojos en puro deleite— parece hecho en el cielo. Y este guaraná… ¡No existen!
—Te lo mereces, mi amor —dijo Thor, besán