La madrugada había cubierto São Paulo con un manto oscuro y frío. El lugar aún vibraba con la energía del evento, pero para Thor todo parecía distante. Caminaba hacia donde Arthur lo esperaba, su semblante cargado de pensamientos. La atmósfera era sofocante y el peso de las emociones recientes le apretaba el pecho como una roca. Al acercarse, lo encontró apoyado en una columna, con los ojos atentos y los brazos cruzados.
—Me voy, Arthur —dijo Thor con voz firme, aunque apagada por la frustración.
Arthur lo observó, suspiró, descruzó los brazos y respondió con serenidad:
—Te lo advertí, así no iba a funcionar. Tú sabes lo que tienes que hacer primero.
Zoe, que estaba cerca, intervino con un tono de ironía ligera:
—Sí, poderoso jefecito, Celina está cambiando, está decidida. Sinceramente, pensé que iba a ceder, pero me sorprendió. Corre detrás de tu pérdida antes de que sea demasiado tarde.
Thor suspiró, pasándose la mano por el cabello.
—Tu amiga es demasiado complicada, Zoe.
—No compl