Celina se apartó de la puerta del baño y apoyó sus manos temblorosas sobre la fría encimera de mármol. El reflejo en el espejo le devolvía la mirada: ojos llenos de lágrimas, labios trémulos y el maquillaje comenzando a correrse. Respiró hondo, intentando recuperar el control sobre sí misma. Estaba allí, sola… o al menos eso pensaba. Necesitaba ese instante.
De repente, la manija giró y Thor entró en el baño de mujeres, cerrando la puerta tras de sí con un clic seco y echando el pestillo. Celina abrió los ojos de par en par al verlo por el espejo.
—¿Qué estás haciendo? ¡No puedes entrar aquí! —dijo con la voz quebrada, girándose un poco, pero sin dejar de mirar al espejo.
Thor se acercó despacio, pegando su cuerpo al de ella por detrás. La abrazó por la cintura con firmeza y apoyó el rostro en su hombro. Sus miradas se encontraron en el reflejo.
—Necesitamos hablar —dijo con voz ronca, cargada de urgencia.
Celina llevó las manos a su rostro, limpiando las lágrimas que se negaban a det