Celina tomó la bandeja y empezó a comer.
—¿Quieres hablar? —preguntó Gabriel.
—No voy a llorar, Gabriel —dijo Celina, con determinación.
—Está bien —respondió él, respetando su momento.
—No lo esperaba allí, Biel. No esperaba que sonara justamente nuestra canción —dijo Celina, con los ojos empañados.
—Es el destino, Celina. No podemos huir de él —respondió Gabriel.
—Él dijo que fue allí para hablar conmigo, que quería llevarme a su ático. ¿Puedes creerlo, Gabriel? —exclamó ella, incrédula.
Gabriel solo escuchaba, atento.
—Dijo que no quería seguir separado, que quería arreglarse conmigo… pero la boda es dentro de unas horas. ¿Cómo puede ser, Gabriel? No entiendo... ¿Cómo se deshizo de todo lo que recordaba a Karina y al hijo para estar conmigo, si no canceló la boda?
Celina mordió el sándwich, masticó mirando a la nada y murmuró:
—No lo acepté, Gabriel. Si realmente quiere estar conmigo, tendrá que resolver su vida con Isabela. Ya no acepto ser la amante.
Bebió un poco de jugo y conti