Thor conducía como un loco por las calles de la ciudad, con los pensamientos atropellándose unos a otros. Estaba desesperado por llegar hasta su madre, pero no podía evitar que la imagen de Celina invadiera su mente. Sus brazos aún recordaban el roce de ella, y sus ojos… aquellos ojos que parecían desnudarle el alma, incluso sin querer.
Cuando llegó a la mansión de la familia, metió el coche en la cochera y corrió hacia dentro. Encontró a Raúl en la sala, visiblemente abatido.
—¿Dónde está? —preguntó sin aliento.
—En el cuarto. El médico está con ella. Parece que fue solo un pico de presión, pero… —Raúl hizo una pausa—. Ella pidió por ti.
Thor no respondió. Subió las escaleras con prisa y entró en el cuarto. Su madre, aunque pálida, sonrió al verlo.
—Mi hijo...
Él se acercó, tomó la mano de ella con delicadeza y se arrodilló junto a la cama.
—Me asustaste, mamá.
—Fue solo un susto, querido. El médico dijo que fue emocional. Necesito descansar más… y preocuparme menos.
Él respiró hondo