Isabela apretó con fuerza la mano de Thor, como si ese contacto pudiera retenerlo allí.
— Quédate… por mí… por nuestro bebé. Te necesitamos. Yo te necesito… Solo hoy. Solo este día. Déjame sentir que aún hay una oportunidad para nosotros…
Thor guardó silencio unos segundos. Sus ojos se clavaron en ella, pero no había dulzura en su mirada. Respiró hondo antes de responder, con una voz baja, firme, sin titubeos:
— Entiendo lo que sientes, Isabela. Pero lo que necesitas ahora no son promesas, sino estabilidad emocional. Si sigues perdiendo el control así, quien va a sufrir será el bebé. Y no voy a permitir que eso ocurra.
Ella lo miró, buscando desesperadamente algún rastro de emoción, pero Thor no cedió.
— Voy a hablar con la doctora y ver si puedo reorganizar mi día —dijo, sin tocar sentimientos, sin consolar—. Pero solo si te comprometes a comer todo y a mantener la calma. Tienes que poner de tu parte.
Isabela asintió rápido, con lágrimas volviendo a rodar por sus mejillas.
— Lo prome