Cuando terminó la jornada, Celina estaba en la recepción revisando una dirección en el Maps, con el ceño fruncido. Zoe apareció.
— Hoy fue un día agitado —dijo, soltando un suspiro.
— Sí… —asintió Celina sin apartar la vista del teléfono—. No conozco esta zona…
— ¿Qué zona?
— Es un departamento que voy a visitar. Estoy pensando en alquilarlo, pero no conozco el barrio…
Zoe se acercó para mirar.
— ¡Chica! ¡Eso queda cerca de mi casa! Vamos juntas. Hoy no tengo clase, y no acepto un no por respuesta.
Celina dudó unos segundos, pero aceptó. Zoe propuso ir en metro para evitar el tráfico. Celina torció el gesto, pero sabía que debía acostumbrarse a su nueva realidad.
El metro estaba abarrotado, pero la charla animada entre ambas hizo que el tiempo pasara rápido. Tras veinticinco minutos de metro y quince de autobús, llegaron al edificio.
Celina se identificó en la portería y subieron al tercer piso. La agente inmobiliaria ya las esperaba. Les mostró el departamento: dos habitaciones, una