Quedé.

La mañana era tibia y clara cuando Anna salió hacia el jardín con Luz a su lado. Luz estaba radiante: esa felicidad nueva le iluminaba el rostro. Las dos avanzaron hacia el jardín del orfanato con paso tranquilo. Los gemelos las vieron desde la entrada y caminaron hacia ellas con calma, como si quisieran que la escena no se rompiera con prisas.

Lissandro rodeó a Anna con un abrazo breve y protector, besando sus labios como siempre.

—¿Cómo les fue? ¿Qué te dijeron, preciosa? —le preguntó Leandro a Luz.

—Quedé, trabajaré aquí —contestó Luz, feliz, con una sonrisa.

El alivio y la alegría de Anna eran palpables.

—Me alegro, te felicito, sabía que lo lograrías. ¿Y qué harás? —le preguntó Leandro.

—Le enseñaré informática a los niños, cómo usar programas, además de clases de piano y a trabajar arcilla —respondió Luz con entusiasmo contenido.

—Sí, Luz sabe muchas cosas, y es perfecta para trabajar acá —añadió Anna con una sonrisa.

El orfanato olía a desayuno y a pintura seca. Varias niñas
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