Lissandro llevaba rato bebiendo en silencio en el salón, el vaso de whisky en la mano se mantenía a medio llenar. Había decidido encerrarse en una coraza de hielo, convencido de que era la única forma de apagar lo que sentía por Anna. Entre más frío y distante, mejor.
Luz aprovechó la ocasión. Se acercó sigilosa, con una sonrisa suave, y se dejó caer en el sillón a su lado.
—Amor… ya bebiste demasiado. Déjame acompañarte.
Él no respondió. Se limitó a girar el vaso en su mano, viendo cómo el ámbar del licor atrapaba la luz.
Luz se inclinó lentamente, rozando su hombro, y cuando estuvo a centímetros, intentó besarlo.
—Perdón… no quise interrumpir.
La voz de Anna los hizo reaccionar. Ella estaba en el umbral de la sala, con una bolsa con potes de comida en las manos y el rostro tenso.
El vaso de Lissandro tembló apenas perceptible. Se sintió como si lo hubieran descubierto siendo infiel, aunque en realidad no había hecho nada. Su corazón golpeó con violencia, incapaz de sostener la mirad