Arthur se puso el abrigo con movimientos breves, medidos. Se despidió de  Luz con la misma calma que usaba para ordenar una habitación y luego miró a Cristian, tendido en el sofá, vendado y cubierto hasta la barbilla.
—Iré a dormir. ¿Estás cómodo acá? —preguntó Arthur, con la voz tranquila.
—No, no estoy cómodo. Preferiría una cama. —Cristian se incorporó un poco, frotándose la nuca mirando a Luz.
—Solo tengo una cama y es la mía. —Dijo Luz antes que Cristian intentara algo, él negó con la cabeza y mostró una leve sonrisa.
— Bueno yo los dejos, adiós, Luz tienes mi número, cualquier cosa me llamas.
— Está bien. — Arthur terminó de irse y Luz volvió su atención a Cristian.
—Muñeca, no haré nada. Estoy herido, de verdad. Déjame dormir contigo. —Cristian puso cara de niño bueno, intentando convencer.
—Está bien, vamos a la cama; yo dormiré en el sofá. — Luz hizo el movimiento invitándolo.
—Pppff, así no quiero. ¿Qué clase de caballero sería si duermes en el sofá y yo en la cama? No, vete