359. IMPERDONABLE OLVIDO
Camelia se quedó mirando el teléfono como si ardiera en sus manos. Su corazón comenzó a latir aceleradamente mientras escuchaba todos los mensajes de voz que le habían enviado prácticamente cada uno de los miembros de su familia.
—Camelia, ¿dónde estás? —era el mensaje de su hermana Clavel—. Espero que ya estés llegando, dijiste que no ibas a faltar, ¡ya Alhelí comenzó a llorar! ¡Acaba de venir!
—Camelia, hija —era su suegra Aurora—. ¿En serio no vas a venir?
—Cami, ni yo, que te adoro, te voy a perdonar si no vienes a ver a tu hija —se escuchaba la voz de su abuela, que no le gustaba el teléfono—. Deja todo lo que estás haciendo y ven, aunque llegues al final. ¡Suelta todo y ven a ver a tu hija! ¡Nada es más importante que tus hijos, Camelia!
—Mi nuera —decía el señor Rhys, su suegro—. Creo que debes estar al llegar, ¿verdad? ¿O necesitas que mande por ti? Ariel dijo que venías; no demores, ya va a empezar. Me lo prometiste, Camelia, que pondrías a tu familia primero.
—Cami, tengo un