Por la tarde, Román recibió la copia de un acta. La ley avanzaba, más lenta de lo que yo quería, más rápido de lo que acostumbraba.
—Hay algo que no te pregunté —dije, mientras firmaba recibos—. ¿Por qué la mantuviste cerca, aun después de decirle que no?
—Porque retirarla de un contrato en curso hubiera implicado demoler parte del proyecto —respondió—. Porque había equipos entrelazados y clientes mirando. Y porque creí que la distancia profesional bastaba. Me equivoqué en esa evaluación. No volverá a pasar.
—No es tu culpa que alguien confunda un “no” con una invitación a insistir —dije.
—Pero sí es mi responsabilidad cortar todas las rutas —replicó—. Ya están cortadas.
***
A última hora recibí una videollamada con un nombre que me hizo latir el pecho. Eva. Mi Eva.
—¡Te quiero ver! —dijo sin preámbulo—. Te llevo pan de queso y te cuento todo lo de la selva. Hay una historia con una tormenta que casi nos deja sin botes.
Reí con ganas. El ruido de fondo era su patio, una sombra de plan