32. NOS DEBE ESTAR DANDO ALGO
Qué extraña sensación.
Doy vueltas en la cama, el cuerpo pesado, la piel erizada sin motivo aparente. Abrazo la almohada intentando volver a dormir. Marcus no está. Su lado está frío. Pero… ¿No se había ido ayer?
Un escalofrío me recorre cuando noto la textura sedosa de la sábana contra mi piel. Demasiado directa. Demasiado… íntima. Abro los ojos de golpe.
Estoy desnuda.
Me incorporo de un salto, el corazón golpeando como un tambor. Levanto la sábana: mi cuerpo entero, completamente expuesto bajo la tela blanca. Pero eso no es lo peor.
Un grito sale desgarrado de mi garganta. Me llevo las manos a la piel. Lisa. Suave. Impecable.
No tengo vello. En ninguna parte. Es casi como si fuera una niña, incluso aquella zona entre mis piernas está… suave.
Me envuelvo en la sábana como si fuera una armadura y corro al baño. El espejo no miente: mi cuerpo está transformado. Una piel tersa, sin una sombra de lo que era. Incluso el baño huele a humedad reciente, como si hubiera sido usado hace poco…