Las murallas cristalinas del Consejo de los Cuatro Vientos vibraban con un rumor extraño aquella mañana. El aire mismo parecía contener un presagio. Ysera, que se hallaba entrenando con los centinelas en las plataformas flotantes, lo sintió en la piel: un cambio en las corrientes mágicas, como si el cielo hubiera inhalado profundamente.
De pronto, la calma se quebró.
Un destello púrpura surcó la sala central del Consejo. Entre círculos de runas giratorias, se materializó un pergamino envuelto en llamas azules, signo de que venía desde los reinos donde la guerra ya ardía. Los guardianes lo tomaron con reverencia y lo llevaron hasta los cuatro Maestros del Viento.
El silencio fue absoluto mientras lo abrían. Las letras, escritas en fuego vivo, comenzaron a flotar en el aire, narrando los sucesos del Reino de los Vampiros:
El ataque del heraldo celestial.
La irrupción de los demonios del Vacío.
Y lo más impactante: la aparición de Elzareth, la hija de Itharial y Gaiara, la semilla impura