Diego no se enteró del embarazo por terceros.
Fue Valeria quien se lo dijo, sentada frente a él, con las manos entrelazadas y la voz firme, aunque por dentro temblara.
—Estoy embarazada —dijo sin rodeos—. Es tuyo.
Diego no reaccionó de inmediato. No sonrió, no celebró, no se levantó emocionado. Se quedó en silencio, procesando la noticia como quien entiende que su vida acaba de cambiar de forma irreversible.
—¿Estás segura? —preguntó al fin, no por duda… sino por miedo.
—Sí.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero ya no era incómodo. Era serio. Adulto.
—Entonces tenemos que hacer las cosas bien —dijo Diego finalmente—. Por el niño.
No quiero ser un padre a medias.
Valeria asintió. Eso era lo que más temía… y lo que más necesitaba oír.
—No te estoy pidiendo que me ames —continuó él—. Ni que olvides tu pasado.
Pero sí que lo intentemos. Que construyamos algo estable. Que nuestro hijo crezca viendo respeto, no dudas.
Valeria bajó la mirada. Pensó en Adrián. En lo q