Estaban a pocos días del cierre definitivo.
Los acuerdos estaban prácticamente listos, las cifras alineadas, los documentos en revisión final. Todo indicaba que ese proyecto terminaría siendo uno de los movimientos más sólidos del año para Blackwood Corporation.
Entonces llegó la llamada.
Diego respondió frente a ellos, primero con el ceño fruncido, luego con una expresión de urgencia mal disimulada. Valeria no necesitó escuchar la conversación completa para entenderlo: algo serio había ocurrido en la empresa donde ambos trabajaban.
—Tengo que volver —dijo Diego al colgar—. Es un problema grande, y mi jefe quiere que lo atienda de inmediato.
Valeria se tensó.
—¿Ahora?
—Ahora —asintió él—. No puedo delegarlo.
La decisión fue rápida, aunque incómoda.
Diego partiría esa misma noche.
Valeria y Adrian se quedarían para cerrar el negocio.
No era lo que ninguno había planeado, pero tampoco había alternativa.
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Los días siguientes fueron intensos.
Valeria y Adrian trabajaron