El cierre del proyecto en la primera ciudad fue limpio y eficiente. Reuniones puntuales, acuerdos claros, firmas rápidas. Nada que complicara más de lo necesario. Al día siguiente, el equipo abordó un nuevo vuelo hacia la segunda ciudad del itinerario.
El ambiente era distinto.
Menos urbano. Más abierto. El hotel quedaba cerca del mar, rodeado de vegetación y caminos de arena clara. Otra vez, habitaciones separadas, agendas organizadas, responsabilidades definidas. Cada uno se instaló sin mayores comentarios y, pocas horas después, comenzaron las presentaciones del nuevo tramo del proyecto.
El recibimiento fue positivo, aunque más relajado. No había la misma presión corporativa; aquí todo parecía fluir con otro ritmo. Valeria se movía con soltura, segura, enfocada. Diego cumplía su rol con naturalidad. Adrian, como siempre, dominaba la sala sin necesidad de elevar la voz.
Cuando terminaron la jornada formal, uno de los representantes locales propuso algo distinto.
—Si mañana no tenemo