El silencio del apartamento se había vuelto un enemigo.
Valeria caminaba descalza de un lado a otro, como si el espacio fuera demasiado pequeño para todo lo que sentía. Aquel lugar elegante, con muebles que no había elegido y vistas que no le pertenecían, nunca había sido un hogar. Era un préstamo. Una extensión del contrato. Una jaula disfrazada de privilegio.
Adrian no estaba allí.
Nunca lo estaba cuando más lo necesitaba.
De día, él era su jefe. De noche… una presencia intermitente. Un hombre que aparecía cuando quería, cuando el deseo o los celos lo empujaban, y desaparecía sin dejar explicaciones.
Valeria se detuvo frente al ventanal. Las luces de la ciudad parecían ajenas, lejanas. Pensó en su familia. En una vida normal. En cómo había llegado hasta allí sin darse cuenta de en qué momento había dejado de elegir.
El sonido de la cerradura la hizo girarse de inmediato.
No había recibido aviso. Nunca lo hacía.
Adrian entró con la misma seguridad de siempre, como si aquel lugar le p