La isla parecía un paraíso desde lejos: aguas cristalinas, brisas cálidas y un horizonte que prometía tranquilidad. Pero para Valeria, ese lugar era un recordatorio constante de todo lo que no podía tener y de todo lo que le pertenecía solo a Adrian. Durante los días que habían pasado allí, habían tenido momentos de intimidad apasionada, descansando entre el sol y la brisa marina, entregándose a su deseo contenido y a la química innegable que los unía.
Sin embargo, cada instante de cercanía con Adrian estaba empañado por la presencia de Isabella, aunque él no la tratara de la misma manera que a Valeria. Verlos interactuar, aunque fuese de manera superficial y profesional, llenaba a Valeria de incomodidad y celos. No entendía cómo podía aceptar la cercanía de Adrian con otra mujer, incluso si sabía que era solo un acuerdo temporal y de negocios. Cada risa, cada gesto de cortesía, cada mirada hacia Isabella hacía que su corazón se encogiera y que la sensación de vulnerabilidad se intens