El departamento de Adrian estaba en silencio, salvo por el sonido lejano de la ciudad que se filtraba a través de los ventanales. La tormenta de la semana pasada había dejado rastros de humedad, pero el verdadero calor estaba dentro del espacio cerrado, en la tensión que ahora lo llenaba todo.
Valeria estaba recargada contra el ventanal, con los brazos cruzados, tratando de mantener la compostura después de lo que había ocurrido en la conferencia. Su mirada estaba fija en la ciudad, pero en el fondo, su mente no podía ignorar lo que sentía: la mezcla de frustración, miedo y deseo que Adrian provocaba cada vez que estaba cerca.
—No puedo creer que hayas permitido que ese hombre se acercara a ti —dijo Adrian, rompiendo el silencio—. ¿Cómo puedes actuar como si nada hubiera pasado mientras él… mientras él intentaba seducirte frente a todos?
Valeria se giró lentamente, encontrando su mirada intensa y penetrante. Sus ojos grises brillaban con celos, y la voz cargada de autoridad no dejaba