La distancia fue inmediata.
No hubo mensajes.
No hubo llamadas.
No hubo miradas sostenidas en los pasillos.
Adrian Blackwood volvió a ser el CEO intocable al día siguiente.
Y esa frialdad dolía más que cualquier rechazo directo.
Valeria lo notó desde el momento en que entró a Blackwood Corporation. Nadie la miraba a los ojos. Nadie la ignoraba del todo tampoco. Era una presencia incómoda, como un secreto que nadie quería mencionar pero que todos conocían.
—El señor Blackwood no estará disponible hoy —le informó la secretaria con tono neutro—. Sus instrucciones son claras.
Valeria no preguntó cuáles.
Las intuía.
Fue asignada a un despacho secundario, lejos del piso principal. Sin acceso a reuniones. Sin información. Sin explicaciones.
Castigo silencioso.
Se sentó frente al escritorio vacío y cerró los ojos por un momento. El recuerdo del beso volvió sin permiso. La presión de su mano. La forma en que se había apartado como si tocarla fuera un error irreparable.
—No vuelve a pasar —murm