Mundo ficciónIniciar sesiónSofia y su hermana Julie, se quedan de un día para otro solas, ya que sus padres mueren, teniendo Sofia que trabajar y luchar por su hermana ya que Julie padece de Leucemia. Aunque la protagonista trabaja en un lujoso hotel como limpiadora, no le llega para pagar todos los gastos que tiene la casa y además las facturas del medico y del hospital de su hermana enferma. Siendo el jefe el que se aprovecha de su situación, reclamandola en su despacho dos veces por semana, aprovechandose de Sofia aun sabiendo que no lo hace por que le guste, lo hace por las necesidades que ella tiene, pero al jefe eso no le importa, lo que el desea es el cuerpo de su empleada, pagando un extra por el servicio y así Sofia puede ir sacando los gastos que conlleva con su hermana enferma, pero un nuevo director llega a ese hotel para reemplazar al que hay sin que ni Sofia ni sus compañeras sepan quien es ¿Qué hara entonces Sofia?¿Seguira siendo la amante del nuevo jefe como lo estaba haciendo hasta a hora? ¿O será el nuevo jefe quien de verdad la ayude sin tener que acostarse con el para complacerlo? ¿De quien realmente será el nuevo ser que viene a complicarle a Sofia mas su situación?
Leer másEl sonido del teléfono repicaba en el silencio de la habitación, uno, dos, tres tonos… Medea ajustó el auricular en su oído, aferrándose a la esperanza de que esta vez él respondería con calidez.
—¿Sí? —La voz de Elian sonó seca, sin emoción, como si hubiera contestado por obligación. —Elian… soy yo. —Medea apretó los labios, intentando que su tono sonara ligero—. Hoy tengo la cita con el oftalmólogo, ¿recuerdas? Dijeron que podrían intentar una nueva evaluación. Quizá haya una posibilidad… Hubo un breve silencio al otro lado. Después, solo indiferencia. —No puedo. Estoy ocupado. —Pero… no tengo quien me lleve. Pensé que... —Rogelio puede hacerlo —la interrumpió—. Él sabe manejar. La línea quedó en silencio por un segundo más, y luego el tono seco de la llamada terminada. Medea permaneció inmóvil, con el teléfono aún pegado a la mejilla. No lloró. No suspiró. Solo sintió cómo el espacio a su alrededor se encogía un poco más, como si su ceguera fuera ahora también emocional. Antes del accidente, Elian solía tomarse el día libre por ella. Solía reír, besar su frente y decirle que nada era más importante que su bienestar. Ahora…apenas parecía tolerarla. Medea dejó el teléfono sobre la mesa con cuidado y se levantó con lentitud, tanteando con la mano hasta encontrar el respaldo de la silla. Un par de pasos después, escuchó que alguien se acercaba. —¿Señora Medea? —La voz grave de Rogelio sonó a pocos metros—. ¿Está todo bien? Ella respiró hondo antes de hablar. Rogelio había trabajado para los Vasiliev desde antes de que ella naciera. Era como un padre, siempre presente, siempre respetuoso. Lo conocía lo suficiente para saber que esa pregunta no era mera cortesía. —No es nada, Rogelio. Solo… —vaciló, sin saber qué palabra usar—. ¿Podrías llevarme a la clínica Altamira? El doctor Suárez tiene hoy mi evaluación. —Por supuesto, señora. Voy por las llaves de inmediato. Antes de que pudiera dar un paso, ella añadió: —¿Podrías acompañarme también? Adentro. Quiero que escuches lo que diga el médico. Rogelio dudó un instante, luego respondió con la misma cortesía tranquila de siempre. —Claro que sí. Lo que usted necesite. *** El auto avanzaba en silencio por las calles húmedas, con el sonido de los limpiaparabrisas marcando un ritmo monótono. Medea mantenía las manos cruzadas sobre el regazo. Rogelio la miró de reojo en uno de los semáforos. —¿Está segura de que no le ocurre nada? —preguntó con suavidad. —Estoy bien —repitió ella, esta vez sin tanto convencimiento—. Solo quiero saber si hay una posibilidad… mínima siquiera, de recuperar la vista. —Elian debería estar aquí —murmuró él, más para sí que para ella. —No lo menciones —pidió Medea con una sonrisa forzada—. Estoy cansada de justificar su ausencia incluso ante mí misma. En la clínica, el doctor Suárez la recibió con una sonrisa amable que no intentó disfrazar su escepticismo. —Señora Vasiliev, hemos revisado sus últimos estudios. El nervio óptico sigue comprometido por el trauma, pero… hay una leve mejoría en la respuesta a ciertos estímulos. Aún es pronto para generar expectativas, pero si sigue así, podríamos considerar un procedimiento experimental en unos meses. Medea sintió una punzada de algo parecido a esperanza. No era certeza, pero sí una grieta en la oscuridad que sentía desde aquel día maldito. —¿Entonces hay una posibilidad? —Mínima, pero sí. Y eso ya es más de lo que teníamos hace seis meses. Rogelio se mantuvo en silencio, pero su mano tocó brevemente el hombro de Medea al salir. Un gesto simple, pero que decía más que las palabras frías que su esposo le dedicaba últimamente. —Gracias por venir conmigo —susurró ella mientras caminaban por el pasillo. Rogelio respondió con lo único que sabía dar con total sinceridad: —Usted no está sola, señora Medea. Aunque algunos hayan olvidado lo que eso significa. El regreso a casa fue tranquilo, aunque en el interior de Medea se agitaban emociones dolorosas. La esperanza tenue del doctor se mezclaba con una tristeza silenciosa y profunda. A medida que Rogelio abría la puerta principal, ella enderezó los hombros, componiendo el rostro en una máscara serena. —Bienvenida, Medea —la voz de Saphira resonó cálida desde el vestíbulo—. Estaba a punto de llamarte. ¿Dónde estuviste? Medea abrió la boca para responder, pero algo la detuvo. Una fragancia familiar, penetrante, masculina. La colonia de Elian. No en el aire, no en el ambiente... en ella. Pegada a Saphira, como si hubiera estado demasiado cerca de su esposo. Como si... El pecho de Medea se tensó sutilmente. No frunció el ceño ni se mostró alterada. Solo aferró el bastón con más fuerza, disimulando el estremecimiento de su mano. —Fui a ver al oftalmólogo —respondió, finalmente—. El doctor dice que no hay avances. Todo sigue igual… o peor. Saphira soltó un suspiro suave y se acercó unos pasos. —Oh, Medea… lo siento tanto. Pero ya sabes lo fuerte que eres. Esa luz que tienes no necesita ojos —dijo con falsa ternura. Medea inclinó ligeramente la cabeza, sin dejar de percibir el rastro de esa colonia que tanto conocía. Elian la usaba desde que estaban comprometidos. Siempre decía que le recordaba su juventud… y que a ella le gustaba. Ahora ese aroma le resultaba casi ofensivo. —¿Y Alin? —preguntó, deseando alejar sus propios pensamientos. —Llegó de la escuela hace un rato. Está en su habitación, dibujando. Le dejé una merienda en la mesita —respondió Saphira—. No tienes de qué preocuparte, ve a descansar. —Gracias… —susurró Medea. Y sin más, avanzó lentamente por el pasillo, guiándose con el bastón. No dijo nada más. Pero algo dentro de ella… se había movido. Sentía que algo en el ambiente había cambiado. *** A altas horas de la noche, Medea se despertó sobresaltada tras una pesadilla espantosa en la que veía a su esposo siéndole infiel. Tenía la frente húmeda por el sudor, y ese nudo que había sentido en el estómago desde la tarde seguía allí, punzante e insistente. Extendió la mano hacia el otro lado de la cama y notó que él no estaba. ¿Aún no regresaba de la empresa? Le pareció extraño. Se había quedado dormida más temprano de lo habitual, pues últimamente el sueño la vencía con facilidad. Sin embargo, a esa hora Elian solía estar en casa. Encendió la lámpara de noche con torpeza y buscó su bastón, pero no lo encontró por ningún lado. Con un suspiro resignado, decidió dejarlo y se incorporó lentamente, apoyándose en la pared para poder avanzar hacia la puerta. Salió al pasillo, dejándose guiar por la textura familiar de los muros. No sabía con certeza qué hora era, pero el silencio espeso y el lejano chirrido de los insectos en el jardín le indicaban que era bastante tarde. Conociendo de memoria cada rincón de la mansión, caminó hasta la habitación de Saphira con la intención de pedirle que llamara a su esposo. Pero se detuvo en seco al escuchar unas risas suaves y voces apagadas. —Basta, tonto —dijo la voz de Saphira entre risitas—. Me haces cosquillas. —Es que te ves preciosa con esa lencería —era la voz de Elian. La voz de su esposo. Medea se tapó la boca con una mano, sus ojos se abrieron de par en par—. Me estás volviendo loco. Trata de no hacer ruido, podrías despertar a alguien. —La tonta de Medea debe de estar profundamente dormida con las pastillas que le puse en el agua. Y nuestra hija... ya sabes que duerme como una roca. Aquello último la dejó paralizada. ¿"Nuestra hija"? ¿A quién se refería? La única niña en esa casa era Alin. Su hija. —Tienes razón —rió Elian, y Medea sintió que algo dentro de ella se rompía—. Es tan estúpida que no se da cuenta de nada. Además de ciega, es completamente inútil. —Qué cruel eres —ronroneó la voz de Saphira, quien durante años se había hecho pasar por su amiga y sirvienta—. ¿Ni un poco la quieres? —Eres tú la que me vuelve loco. Lágrimas silenciosas comenzaron a deslizarse por el rostro de Medea. Estaba tan inmóvil que por un momento creyó haberse convertido en piedra. Aquel era su esposo. Y esa, su supuesta amiga. La puerta cerrada no bastaba para impedirle escuchar todo. Poco después, los gemidos y palabras obscenas que brotaron desde dentro hicieron que le faltara el aire. Ahora lo comprendía todo. Ahora entendía por qué Saphira siempre olía a la colonia de Elian. Todo ese tiempo... habían estado acostándose a escondidas.Nada más escuchar lo que Claudia me dijo, termine la llamada volviendo a entrar en el club, me acerque hasta donde estaba mi amiga Sandra, diciéndole al oído lo que pasaba en mi casa y con mi hija, enseguida se levantó del sillón marchandonos las dos del club. — Llama a Mario, él es el único que puede saber algo por la puta de su esposa — me dijo Sandra — Si le ha pedido el divorcio no creo que le digan mucho donde esta mi pequeña — le respondí — Pues es su padre, que haga algo por su hija — me dijo Sandra — Calmate tu y no me pongas más nerviosa a mi por favor Sandra — le dije — ¿No sabes donde te llevo Robert? porque estoy a punto de dar un volantazo e ir yo a buscar a esa bruja — me dijo — Robert me tapo los ojos con una venda, no tengo ni idea donde me llevo, pero Maro si tiene que saberlo — le dije mientras marcaba el numero de telefono de Mario, contestando él enseguida — Dime Sofia, ¿te pasa algo cariño? — me pregunto — Mario han secuestrado a mi hija, Sandra y yo vamos
Por la noche vinieron a mi casa mis amigas Alicia y Viki, siendo mi hija la muñeca que iba de manos en manos, pedimos para cenar pizza, mientras hablábamos y nos reíamos, de tonterías, cuando tocaron al timbre de la casa, me levanté yo para abrir, encontrándome al otro lado de la puerta a Mario— Hola, puedo hablar contigo por favor — me dijo— ¿De que? de cómo vas a educar a mi hija, de como Vanesa la convencerá de que es su madre cuando mi pequeña sea un poco más mayor, ¿de que quieres que hablemos Mario? — pregunte— Por favor Sofía, vamos a dar un paseo y hablemos como dos personas razonables que tienen que solucionar un problema amistosamente — me dijo— Esta bien, espera un segundo, ahora salgo – le dije Entre en el salon donde estaban mis amigas, para coger mi móvil y las llaves de la casa— ¿A dónde vas? yo no iría con él después de lo que te esta haciendo — me dijo Sandra— Solo quiere hablar, ahora vengo, no os vayáis sin mí ¿vale? — les dijeMe marché del salón, salí al po
Una semana, solo una semana después de que Mario y yo hiciéramos el amor en mi cama, vino a casa un hombre muy serio y vestido con un traje muy caro, dándome en la mano una citación del juzgado donde ponía EL SEÑOR MARIO ANGELETTI COMO PADRE BIOLÓGICO DE LA NIÑA GRAZIELA JONES, SOLICITA ::::: LA CUSTODIA TOTAL DE DICHA NIÑA, SIENDO LA AUDIENCIA DE DICHA DEMANDA, DENTRO DE UN MESCuando lei aquello, casi me cai al suelo, mientras entraba en el salon donde estaban Sandra y Claudia, cogiendo mi amiga, dicha hoja de mis manos.— Sera cabron Mario — dijo mi amiga Sandra— Ya me lo avisó y ha cumplido — le dije— La boda con Aaron será dentro de dos semanas, veremos si este imbécil puede con los abogados de Aaron, te juro que lo van a arruinar — me dijo Sandra— No puedo casarme asi Sandra, si me caso será por amor, no por enfrentarme al padre de mi hija – le dije— No lo haces por nada Sofia, solo
Sandra y yo nos despedimos de Claudia marchandonos de casa hacia la calle donde estaba aparcado el coche de David, cuando llegamos vi al lado del marido de mi amiga, a un hombre alto, de pelo castaño claro, con unos preciosos ojos de color azules, espalda ancha y abdomen perfecto ya que vestia con unos pantalones vaqueros y un polo ajustado.— Hola Sofia, te presento a mi primo, Aaron ella es Sofía la amiga de mi mujer — dijo David— Encantado de conocerte, no me habíais dicho David que Sofía era tan preciosa — dijo Aaron besando mi mano— Yo también estoy encantada, David no me habías dicho que tu primo era tan guapo — respondí— Anda los dos, subir ya al coche, me vais a hacer vomitar aquí en medio — nos dijo SandraSubimos los cuatro al coche de David abriendo mi puerta Aaron para que me sentara, sentandose él luego a mi lado. Cuando llegamos al restaurante y entramos, seguimos al camarero que nos recibió en la entrada, abriendo Aaron la silla donde yo me iba a sentar. La cena fue
Un dia estabamos paseando Claudia y yo con mi pequeña en su cochecito, cuando una gran limusina se paro enfrente nuestra mirándonos las dos con cierta extrañeza, ya que vimos bajar de aquel vehículo a Mario, acercándose a donde estábamos las dos con mi hija— Hola Mario, me alegro de ver que ya estas bien ¿como estas? — le pregunté— Estoy bien gracias, Sofia tenemos que hablar muy seriamente tu y yo – me dijo Mario— Está bien como quieras ¿donde quieres que hablemos?— ¿Claudia te puedes encargar de mi hija, mientras hablamos Sofía y yo? — preguntó Mario a Claudia— Si claro, no os preocupéis por ella, no vemos en casa Sofía — me dijo— Por favor Sofía, sube al coche, hablaremos mejor en mi casa, allí no nos molestara nadie — me dijo— Lo siento Mario pero prefiero que hablemos en mi casa si no te importa y que la limusina aparque un poco lejos — le dije, viendo extrañeza en la cara de Mario— De acuerdo, como tu quieras — me dijo Nos marchamos a mi casa los tres con mi pequeña en
Nos íbamos a marchar de la casa Robert y yo, poniéndome la venda en los ojos, cuando ya nos marchamos de la casa, fuera Robert me puso la venda en los ojos, ayudándome a entrar en su coche después. Paró el vehículo en la misma puerta de mi casa, bajando el primero ayudandome a mi despues, me quito la venda de mis ojos, puso su mano en mi mejilla y acercó sus labios a los míos, aunque me retire antes de que sus labios tocaran los míos.— Aun te sigo amando, si quieres deshacerte de esa bruja, acepta mi proposición de matrimonio — me dijo— Antes prefiero morir, que casarme contigo y no me toques mas por favor, adiós — le dije marchándome hacia la entrada de la casaCuando entre en la casa, estaba todo oscuro, me fui a mi dormitorio tumbandome en la cama sin quitarme la ropa, pensando en lo que me había dicho aquella mujer, me levante de la cama, y entre en el dormitorio donde dormía mi pequeña, acaricie su mejilla y le di un beso, quedandome un rato sentada en la mecedora que había al
Último capítulo