Todavía Astrea tenía los sentimientos encontrados, una mezcla de rabia con emoción. No entendía el porqué todo le parecía diferente.
«No te emociones por nada», se dijo sacudiendo la cabeza.
Mientras se dirigía al armario a buscar algo de ropa, su teléfono celular emitió un sonido de notificación de mensaje.
Kael: Te espero en el jardín en diez minutos.
Astrea emitió un gruñido propio de furia femenina, ni siquiera le respondería.
—¡¿Quién se cree que es?! —exclamó mientras abría la puerta del armario.
No podía creerlo, era su cumpleaños número veinticinco. Dio un suspiro, porque la última vez que pensó en celebrarlo, fue cuando cumplió dieciocho. Creyendo que su vida cambiaria en ese día, y en efecto así fue. Pero no de la manera en que lo había soñado desde que era una niña.
En su cabeza todavía resonaban las palabras de Kael, porque no había duda de que eran un completo reproche.
«Estás tomando inhibidores… Todo este tiempo has sido quien ha retenido a tu lobo…»
¿Cómo podía