Astrea frunció el ceño, ya que pensó que no había escuchado bien.
—¿Señorita? Venga con nosotros.
—¿Y por qué haría tal cosa? —quiso saber.
—El señor George Arlington ha declarado que usted anoche intentó asesinarlo —el hombre la miró de nuevo de pies a cabeza, como si por su apariencia no pudiera hacer tal cosa.
Para ella fue muy difícil evitar burlarse, lo que dejó a los recién llegados confundidos.
—¿Así que George es más cerdo de lo que pensaba? —susurró— No iré con ustedes…
—No nos obligue a usar la fuerza, podemos hacer que venga a la…
—¿A dónde piensan llevar a la señorita Cadwell? —retumbó una voz a sus espaldas y enseguida se pusieron rectos.
—¿Alfa? —se giró uno de ellos.
—Hice una pregunta —usó su autoridad.
—Ella está acusada de…
—No importa, Alfa Roland —intervino ella—. Yo puedo solucionarlo, digamos que el querido esposo de mi madre, me tiene mucho afecto y solo lo está demostrando.
—¿Hablas de George Arlington? —inquirió el jefe de la manada.
—Sí —respondiero