—¡Buenos días!
La sonrisa de la rubia hizo que él pusiera cara de fastidio.
—¿Por qué todavía estás aquí? —su voz era amarga.
—Pensé…
—No estás aquí para pensar…
—¿Todavía estás molesto conmigo? —la chica preguntó tímidamente— ¿Te gusta más Alice que yo?
—¿Te atreves a hacerme una escena de celos? —se acercó a la rubia y la agarró de los cabellos.
—No, no, jamás lo haría —balbuceó.
—El hecho de que comparta mi cama de vez en cuando con ustedes no significa nada —le recordó con los dientes apretados, y la soltó de golpe.
La rubia salió apresurada de la cama y recogió su ropa, luego lo miró.
—Espero que nunca encuentres a tu Luna y si aparece alguna vez ella no te quiera, así sabrás lo que siente —corrió inmediatamente después de decir aquello, puesto que su gruñido la hizo huir.
—Ya la encontré y la dejé ir —susurró, pero eso algo que no iba a discutir con ella.
Se acomodó de nuevo en la cama, y se puso la almohada detrás cerró los ojos por un momento.
—Pobre tonta —escuchó que