Aquello definitivamente era un tira y afloja entre ellos, Astrea le había pasado a un lado y fue de nuevo a su habitación. Kael no podía negar que era un reto indirecto, una lucha del autocontrol. Aunque todavía podía sentir la presión de sus delicadas manos sobre su cuello. Para nada era la chica dulce que recordaba, a la que por sus inseguridades y por temor al que dirán la lastimo. Al punto de hacerla marchar de la manada.
«¿En qué momento se volvió tan fuerte?»
Su lobo cuestionó en su mente en ese momento, mientras se subía al automóvil.
«Es obvio que nuestra compañera es poderosa, y no sabe como controlarse. ¿Me pregunto si está al tanto de eso?», continuó diciendo su compañero.
«Por primera vez en mucho tiempo estamos de acuerdo en algo, Rau», le expresó.
De pronto le dio un golpe al volante.
—¿Qué me estás ocultando, Astrea? —susurró, y dio una respiración profunda.
Justo en ese momento la puerta del copiloto se abrió, y notó a la persona fruncir el ceño en completa confusi