El aire en los pasadizos subterráneos era denso, cargado de humedad y secretos antiguos. Eva sentía cada respiración como un esfuerzo, mientras sus pies descalzos golpeaban contra la piedra fría. La mano de Lucian aferraba la suya con fuerza, guiándola a través de la oscuridad que parecía engullirlos.
—No mires atrás —susurró él, su voz apenas audible sobre el eco de pasos que los perseguían—. Sigue corriendo.
El laberinto bajo la mansión se extendía como venas oscuras, ramificándose en todas direcciones. Eva habría jurado que corrían en círculos si no fuera por las imágenes que parpadeaban en su mente: escaleras descendentes, giros a la izquierda, pasadizos estrechos que se abrían tras paneles invisibles.
"Por aquí, hija de la sangre", susurraba la voz de la bruja en su cabeza. "Déjame guiarte."
Una bifurcación apareció frente a ellos. Lucian dudó, pero Eva tiró de su mano hacia la derecha.
—Por aquí —dijo con una seguridad que no sentía realmente—. Lo sé.
Los gritos de sus perseguid