La verdad tiene un sabor peculiar cuando la descubres a medias. Es como morder una fruta que parece madura por fuera pero sigue verde por dentro. Así me sentía mientras procesaba las palabras de Damián, fragmentos de una historia que explicaba mucho y nada a la vez.
Sentada en el suelo frío de aquel pasillo subterráneo, con la espalda apoyada contra la pared de hormigón, observaba a Marcus revisar el mapa digital en su dispositivo. Su rostro, iluminado por el resplandor azulado de la pantalla, mostraba una concentración absoluta. Habíamos logrado infiltrarnos en la base enemiga, pero estábamos lejos de completar la misión.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —susurré, abrazando mis rodillas contra el pecho—. Damián nos traicionó, nos mintió, y ahora estamos aquí, en el corazón de la bestia, con información a medias.
Marcus levantó la mirada del dispositivo. Sus ojos, siempre alertas, se fijaron en mí con una intensidad que me estremeció.
—No estoy tranquilo, Elena. Estoy concentrado. H