El amanecer se filtraba por las rendijas de la persiana cuando abrí los ojos. Había dormido apenas tres horas, pero mi mente funcionaba con la claridad que solo otorga la adrenalina. Me incorporé lentamente, observando la habitación del hotel que ahora servía como nuestro refugio temporal. Damián dormía en el sofá, su respiración acompasada contrastaba con la tensión que emanaba incluso en sueños.
Algo no encajaba. Lo sentía en mis entrañas, esa sensación que me había salvado tantas veces durante mis investigaciones. Alguien estaba jugando a dos bandas.
Me deslicé fuera de la cama con sigilo, aprovechando que Damián por fin había cedido al cansancio. Necesitaba revisar los documentos que habíamos conseguido la noche anterior, cuando irrumpimos en aquella oficina abandonada. Documentos que, según Damián, nos acercarían a la red terrorista que me había secuestrado.
Extendí los papeles sobre la pequeña mesa junto a la ventana, procurando que la luz natural me ayudara sin necesidad de enc