El pasado nunca muere. Se esconde, acecha y espera el momento perfecto para recordarte que las cicatrices que creías cerradas pueden volver a sangrar con la misma intensidad que la primera vez.
Mientras observaba a Marcus vigilar la entrada del edificio abandonado donde nos habíamos refugiado, mi mente viajó inevitablemente a Beirut, tres años atrás. Aquella vez también me había encontrado atrapada, confiando en alguien que juró protegerme. Raúl Méndez, corresponsal de guerra y, según descubrí demasiado tarde, informante de los mismos traficantes de armas que yo investigaba.
"Confía en mí, Elena," me había dicho con la misma convicción con la que Marcus me hablaba ahora. Y yo, ingenua, le creí. Esa confianza me costó una cicatriz de quince centímetros en el abdomen y la muerte de un informante inocente.
—¿En qué piensas? —la voz de Marcus me devolvió al presente. Su silueta se recortaba contra la ventana, vigilante como un depredador.
—En fantasmas —respondí secamente, mientras encend