No escaparás de mi, ni siquiera en tus sueños.
El también sanguinario Alfa, dió un salto en su lugar, había sido atrapado. Ya era costumbre de él molestar a su hermano mayor aún sabiéndolo tan malhumorado.
Los elegantes coches de lujo en color negro ya esperaban a sus dueños. Ellos irían en diferentes autos.
— Elizabeth, ya es hora, ven aquí, está muy frío para ti aquí afuera. — El Alfa llamaba a la bella mujer, veía que el viento ondeaba sus largos cabellos mientras ella acariciaba una rosa roja del jardín. Una imagen hermosa que merecía ser guardada en la memoria.
— ¡Ya voy, no es como si ese lugar se fuera a ir de dónde está! — Se escuchó la voz de la pediatra a la distancia.
— Damiano, parece que esa bella doctora te va a dar muchos dolores de cabeza, no había visto nunca a nadie refutarte algo. Es hasta divertido.
— ¿Te parece divertido que esa obstinada mujer me haga enfadar, Antonino? Recuérdame cuando regresemos a la manada que te envié a tomar parte a los centinelas de todo lo que ha pasado en nuestra ausen