Darío encuentra a su destinada.
El engreído vampiro no podía creer que el destino le haya puesto en el camino a su alma gemela, mucho menos en aquella humana que ni siquiera estaba vestida apropiadamente.
— ¡Tú, mujer...! ¿Qué diablos haces medio desnuda frente a estos lobos hambrientos? ¡Parece que no eres capaz de cuidar de ti misma, además de que vistes como una bailarina de un club nocturno!
Vivían volteó a ver al hombre de ojos color miel que la miraba intensamente, pero con una mezcla de rabia, ella no entendía que le ocurría, lo que era peor, ella se sintió fuertemente atraída por él.
— Yo... ¿Por qué debería darte explicaciones? Soy una bailarina obviamente, a eso me dedico pero no me prostituyo, ¿Así que, que tiene de malo mi oficio si con eso mantengo a mi hijo?
— ¡Ustedes! ¿Qué clase de caballeros son que ni siquiera le ofrecieron su saco para que se cubriera? ¡Lobos arrogantes, si se tratara de sus lunas querrían que los demás fueran educados y corteses!
— ¿Qué te pasa, Darío? No reparamos en