El amanecer llegó demasiado rápido.
Amelia apenas había dormido. Entre el cansancio del combate, la adrenalina aún corriendo en su sangre y la forma en que Astrynn no dejaba de moverse inquieta en su interior, su mente estuvo despierta casi toda la noche. La loba quería correr, quería aire, quería… algo que Amelia no se atrevía a nombrar.
Algo que tenía el olor de pino, plata y tormenta.
Al final se levantó antes que la mayoría, respirando hondo frente al espejo mientras se recogía el cabello. No podía dejar que nadie —y mucho menos Dorian— notara lo agitada que estaba por dentro.
Pero en cuanto salió del refugio, el vínculo tiró.
No una punzada leve.
No una molestia.
Un tirón. Fuerte. Vivo. Como si algo desde el corazón de la manada la llamara con urgencia.
Amelia se llevó una mano al pecho, sorprendida.
Astrynn abrió los ojos en su mente.
«Él está despierto.»
Amelia tragó saliva.
—No… no voy a buscarlo —susurró para sí misma, caminando a paso firme hacia el patio central. —Kael no q