Zane
La noche había caído sobre el territorio cuando Zane finalmente se permitió un momento de quietud. Desde la ventana de su despacho, observaba las patrullas que recorrían el perímetro con antorchas, iluminando brevemente los rostros tensos de sus guerreros. El ataque había dejado cuatro muertos y once heridos, algunos de gravedad. No eran números devastadores para una manada de su tamaño, pero cada pérdida pesaba sobre sus hombros como una losa.
Apoyó la frente contra el cristal frío y cerró los ojos. La imagen de Luna en medio del caos regresó a su mente con nitidez perturbadora. No era la primera vez que veía a una loba luchar, pero había algo en su ferocidad contenida, en la precisión de sus movimientos, que lo había dejado sin aliento. No era solo instinto animal; había estrategia, determinación y una fuerza que contradecía su apariencia frágil.
—Alfa —la voz de Marcus interrumpió sus pensamientos—. Los informes de los límites sur están listos.
Zane se giró, recibiendo los pap