Luna es una joven loba que ha sido rechazada por su mate, el vínculo más poderoso que una loba puede tener. Desgarrada y en busca de respuestas, huye de su manada y se adentra en un territorio desconocido, donde el Alfa más despiadado y temido de todos, Zane, gobierna con mano de hierro. Zane es un hombre lobo que ha perdido toda esperanza en el amor y cree que la debilidad que conlleva el vínculo de mate es una amenaza para su dominio. Sin embargo, todo cambia cuando Luna entra en su territorio y Zane la huele. Algo en su aroma lo atrae, y una conexión inesperada y poderosa comienza a formarse entre ellos. Mientras Luna lucha por entender sus sentimientos, Zane debe enfrentarse a sus propios demonios internos, y ambos deberán descubrir qué significa realmente el amor, mientras luchan contra enemigos externos y sus propios miedos. El destino de Luna está marcado, pero ¿podrán ellos superar sus diferencias para construir un futuro juntos o la oscuridad del pasado de Zane los separará para siempre?
Leer másLuna
El viento cortante acariciaba mi rostro mientras corría, mis pies golpeando el suelo con un ritmo frenético. Mi respiración era irregular, mi pecho subía y bajaba con cada inhalación ansiosa. El aire, helado y seco, no lograba calmar el ardor que quemaba en mi pecho, una sensación de vacío que amenazaba con consumirme por completo.
Había sido rechazada. Rechazada por mi mate. La promesa de una vida compartida, de un destino sellado con sangre, que se rompió como cristal bajo los ojos de todos. Estaba tan segura de que él era el indicado para mí, que nuestra conexión era inevitable, pero la realidad me golpeó con una brutalidad que no había anticipado. Cuando él, el único ser con el que pensaba que podría construir mi vida, me miró con desdén, diciendo esas palabras que perforaron mi alma, supe que ya no había vuelta atrás.
"Te he estado buscando, Luna", dijo, sus ojos vacíos de emoción, como si no estuviera mirando a la persona que había compartido su vida desde que éramos cachorros. "Te deseo... pero no soy tu mate. No lo soy. Y eso... eso no lo puedo cambiar".
El sonido de sus palabras aún retumbaba en mi mente, como un eco insoportable. Me volví a ver la imagen de su rostro, esa mezcla de indiferencia y lástima. No le importaba. No le importaba que su rechazo me destrozara, que mi corazón se partiera en mil pedazos, como un castigo innecesario. ¿Por qué me había elegido para ser su mate, si no podía aceptarme?
Mi cuerpo, impulsado por la rabia y el dolor, había decidido que la única opción era huir. No podía quedarme en ese lugar, no podía enfrentarme a la humillación de ver cómo él seguía su vida sin mí, mientras yo me ahogaba en la desesperación. Así que corrí, corrí hasta que las piernas me ardieron y el mundo a mi alrededor se desvaneció.
La manada me observó en silencio, sin atreverse a interrumpir mi huida. Sabían lo que había sucedido. Y si algo me quedaba claro, era que no quedaba lugar para mí entre ellos. El vínculo entre los miembros de una manada era poderoso, pero ahora me sentía como un ser extraño, ajeno, desplazado. Todos lo sabían. Todos sabían que el rechazo de mi mate significaba que ya no tenía un propósito aquí. Entonces, decidí escapar.
Cada paso que daba me llevaba más lejos, más cerca de un futuro incierto. La oscuridad de la noche me envolvía como un manto pesado. Había cruzado el límite de la manada, pisando tierras desconocidas, donde los riesgos eran mayores y las amenazas más impredecibles. Pero ¿qué otra opción tenía? No podía quedarme donde ya no era bienvenida.
Mis pensamientos eran un torbellino de emociones encontradas. Rabia. Dolor. Miedo. Cada uno me golpeaba con fuerza, haciendo que mi mente se sintiera como un campo de batalla. ¿Hacia dónde iba? ¿Qué podía esperar del futuro, si mi destino había sido desgarrado por las manos de quien había jurado ser mi compañero de vida?
A medida que avanzaba, los árboles se volvían más espaciados, los sonidos del bosque más extraños. En un intento por calmar mis nervios, intenté concentrarme en el sonido de mis pasos. Mi respiración se estabilizó con el tiempo, pero la sensación de pérdida seguía acechándome. El aroma de la tierra mojada, la brisa fresca, no eran suficientes para ahogar la sensación de abandono que se había instalado en mi pecho.
Pasaron horas, tal vez más, antes de que llegara al borde de un nuevo territorio. La línea invisible que separaba las tierras conocidas de las desconocidas. Mi cuerpo tenso, como si algo, o alguien, me estuviera observando. Me detuve un momento, el viento moviendo mi cabello, y me giré, mirando la vasta extensión que se extendía ante mí. Mi instinto me advertía que algo estaba cerca, algo poderoso, algo que no podía ignorar.
Un aroma distinto llenó mis fosas nasales. Una mezcla de tierra húmeda, musgo y una presencia inconfundible, masculina, fuerte, con una intensidad que me hizo detenerme en seco. Era él, el Alfa. El territorio que acababa de cruzar pertenecía a Zane, un Alfa con fama de ser implacable, despiadado. Nunca había estado tan cerca de sus dominios, pero todos en la manada hablaban de él. Su presencia era como un rayo que rasgaba el cielo, y yo, una simple loba sin rumbo, no era nada en comparación.
Sentí su mirada antes de verlo. Sabía que estaba ahí, observándome desde las sombras, con una intensidad tan penetrante que me dejó paralizada por un momento. Mis pupilas se dilataron, y mi cuerpo reaccionó ante algo más profundo que el miedo. Era una atracción animal, primitiva, algo que no podía entender pero que, de alguna manera, me obligaba a quedarme.
El tiempo se detuvo. La tensión en el aire era palpable, casi física, como si un hilo invisible nos conectara. Pero no podía quedarme aquí. No podía permitir que alguien como él me viera, me descubriera, me marcara de alguna manera. No estaba preparada. Mi huida no había terminado; era solo un capítulo más de este doloroso viaje.
A pesar de todo lo que me decía mi mente, mi cuerpo comenzó a moverse hacia el territorio de Zane. Lo supe en ese momento, con una certeza aterradora: no había otra opción. Necesitaba escapar, pero este territorio, tan desconocido, podría ofrecerme algo más que lo que había dejado atrás. Un futuro, tal vez, pero ¿a qué precio?
Me adentré en la oscuridad, sin mirar atrás, con el corazón retumbando en mi pecho. Algo dentro de mí, en lo más profundo de mi ser, me decía que había tomado una decisión peligrosa. Pero ya no había marcha atrás.
Mi respiración se agitó al dar otro paso hacia adelante. El suelo bajo mis pies se volvía más irregular, más rocoso, como si el mismo terreno me desafiara a cruzar esa línea invisible que marcaba el inicio del territorio de Zane. Sentí su presencia como un peso en el aire, una presión invisible que me envolvía, incluso si no podía verlo. A cada respiro, mi mente gritaba que retrocediera, que abandonara esta locura antes de que fuera demasiado tarde, pero mi cuerpo, de alguna manera, seguía adelante.
El viento parecía susurrar mi nombre, rozando mi piel con una suavidad inquietante, como si las mismas fuerzas de la naturaleza estuvieran participando en este juego peligroso. Mi corazón latía rápido, como un tambor, golpeando mi pecho con fuerza. Tenía miedo, sí, pero algo más profundo dentro de mí me impulsaba. Era una atracción instintiva, que no podía controlar ni entender. Todo en mí gritaba que Zane era diferente, que este lugar, este territorio, era diferente. Estaba caminando en la cuerda floja, y no sabía si caería o si llegaría a encontrar un lugar donde pudiera sanar.
El aire se volvió más denso conforme avanzaba. Un aroma amargo, metálico, comenzó a llenar mis pulmones, reemplazando el fresco de la noche. Podía sentirlo cerca. Zane estaba observándome, lo sabía. Había algo en el ambiente que cambiaba cuando él estaba cerca, como si el aire se tornara más denso, cargado de electricidad. En ese momento, lo vi: una sombra al final del camino, moviéndose con una gracia inquietante, como un depredador que acecha a su presa.
No era una visión real, no del todo. Era más bien una manifestación de lo que él era: algo peligroso, inalcanzable. La figura oscura se detuvo a una distancia prudente, y sus ojos brillaron con una intensidad que me heló la sangre. Esa mirada... estaba llena de poder, de autoridad, y de algo más. Algo que no supe identificar, pero que me dejó sin palabras.
Me quedé inmóvil, el miedo apoderándose de mí por un momento, pero también una extraña necesidad de seguir adelante. El deseo de encontrar respuestas, de entender lo que sucedía en mi interior. Zane nunca había sido parte de mi vida, y sin embargo, de alguna manera, sentía que lo conocía desde siempre. Su presencia, tan oscura y dominante, resonaba dentro de mí de una manera inexplicable.
—¿Qué haces aquí? —su voz, profunda y grave, rompió el silencio de la noche. Era como si las palabras mismas tuvieran peso, como si cada sílaba que pronunciara fuera una sentencia.
No respondí de inmediato. Mi garganta estaba cerrada, mi voz atrapada por la tensión en el aire. Podía sentir su mirada atravesándome, como si estuviera buscando algo en mí, algo que no quería mostrar. Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, pero ninguno de ellos parecía adecuado.
—Estoy... —mi voz salió rasposa, como si mi garganta se hubiera cerrado de golpe—. Estoy buscando... un lugar donde... no me juzguen.
Zane no se movió. No habló. Pero sus ojos no se apartaron de mí, y la presión de su mirada se intensificó. Podía sentir la arrogancia en su postura, en la forma en que se mantenía erguido, como si el mundo entero estuviera a sus pies.
—¿Y crees que aquí encontrarás eso? —su tono era como una burla, pero había algo más profundo en sus palabras. Algo que me hacía sentir vulnerable, expuesta. No sabía si estaba hablando de mí, de él, o de este territorio al que había entrado sin pensar en las consecuencias.
Un estremecimiento recorrió mi columna vertebral al darme cuenta de que no estaba preparada para enfrentarme a alguien como Zane. Mi miedo, mi desesperación, mi necesidad de huir... todo eso se sentía insignificante frente a su presencia.
Mi respiración se volvió irregular nuevamente, mi mente luchando por encontrar una salida, por encontrar una manera de dar marcha atrás sin parecer débil. Pero no había marcha atrás. Ya estaba aquí.
—Lo necesito —dije, casi en un susurro, con la voz quebrada, más por mí misma que por él. Necesitaba encontrar un refugio, algo que me diera la esperanza de que aún había algo por lo que luchar. Zane podía ser imponente, pero yo... yo no iba a ser derrotada tan fácilmente.
Zane dio un paso hacia mí, y el aire alrededor de nosotros pareció cambiar. La tensión aumentó, y la distancia entre nosotros desapareció en un instante. Fue como si un campo invisible nos uniera, acercándonos más de lo que jamás imaginé que podría suceder. Yo no podía moverme, mi cuerpo estaba completamente paralizado, atrapado en su presencia.
—No te acerques más —dije, aunque mi voz sonó más débil de lo que quise. La lucha interna era feroz. Quería que se apartara, pero una parte de mí también deseaba que me tomara, que me mostrara qué significaba realmente ser parte de este lugar, de este territorio. Estaba en conflicto, y cada segundo que pasaba, sentía que algo más me ataba a él.
Zane sonrió, una sonrisa pequeña, pero cargada de una insinuación que me hizo sentir incómoda. Sabía lo que estaba haciendo. Él sabía que estaba desarmada, que había cruzado la línea que nunca debí haber cruzado.
—Tienes miedo —dijo, su voz ahora más suave, pero con un matiz de diversión—. Y sin embargo, sigues aquí. Eso es lo que más me intriga.
Su voz me envolvió, y por un momento me sentí como si estuviera atrapada en su red, incapaz de moverme, incapaz de pensar con claridad. Todo lo que había creído saber sobre mí misma se desmoronaba en ese instante, como un castillo de naipes, y yo no podía evitarlo.
Zane se acercó aún más, y sentí su calor, el poder emanando de su cuerpo, como una corriente eléctrica que recorría mi piel. Podía ver la confianza en sus ojos, el conocimiento de que él podía destruirme si así lo deseaba, pero también una curiosidad insaciable, como si me estuviera evaluando.
Mi cuerpo reaccionó ante él, a pesar de mi miedo. Mis sentidos se dispararon, y la atracción, esa fuerza inexplicable que no podía ignorar, me envolvió por completo.
Era imposible. Era una locura.
Pero no podía detenerlo. Y él tampoco lo quería.
LunaEl amanecer pintaba el cielo con tonalidades doradas y rosáceas mientras Luna contemplaba el vasto territorio desde lo alto de la colina. A su lado, Zane permanecía en silencio, su imponente figura recortada contra el horizonte. Habían pasado seis meses desde que derrotaron a la coalición de manadas enemigas, seis meses de reconstrucción, de sanación, de amor.Luna respiró profundamente, dejando que el aire fresco de la mañana llenara sus pulmones. Su cabello, ahora más largo, ondeaba con la suave brisa. Ya no era aquella loba herida que había huido de su manada tras el rechazo de quien creía su destinado. Ahora era Luna, la Luna Alfa, compañera del lobo más temido y, paradójicamente, del hombre más amoroso que había conocido.—¿En qué piensas? —preguntó Zane, sus ojos dorados fijos en ella con esa intensidad que aún le provocaba escalofríos.—En nosotros —respondió ella con una sonrisa—. En cómo el destino tiene formas extrañas de llevarnos exactamente donde debemos estar.Zane
ZaneEl amanecer se filtraba entre las cortinas de la habitación principal, dibujando patrones dorados sobre la piel desnuda de Luna. Zane la observaba dormir, maravillado por la paz que irradiaba su rostro. Había pasado la noche entera velando su sueño, incapaz de cerrar los ojos por temor a que todo fuera un sueño.La batalla había terminado. Las amenazas externas habían sido neutralizadas. Y sin embargo, la verdadera batalla, la que había librado en su interior durante tanto tiempo, apenas comenzaba a resolverse.Con delicadeza, apartó un mechón de cabello del rostro de Luna. Ella se removió ligeramente, pero continuó durmiendo. Zane sonrió. Jamás habría imaginado que encontraría tanta paz en la simple contemplación de otro ser.—Toda mi vida —susurró, sabiendo que ella no podía escucharlo—, creí que la fuerza residía en la soledad. En no necesitar a nadie.Se levantó con cuidado de no despertarla y caminó hacia la ventana. El territorio se extendía ante él, bañado por la luz del n
LunaEl amanecer se filtraba por la ventana, dibujando patrones dorados sobre las sábanas revueltas. Luna observaba cómo la luz bailaba sobre la piel bronceada de Zane mientras él dormía plácidamente a su lado. Su respiración era profunda y rítmica, tan diferente de aquellos días en que las pesadillas lo atormentaban.Con delicadeza, pasó sus dedos por el contorno de su mandíbula, maravillándose de cómo este hombre, este lobo feroz que todos temían, podía verse tan vulnerable en sus brazos. ¿Quién hubiera imaginado que terminaría así? Ella, una loba rechazada, encontrando su verdadero destino en el territorio del Alfa más temido de todos.Luna se incorporó ligeramente, apoyándose sobre su codo para contemplar mejor el rostro de Zane. Las cicatrices que marcaban su cuerpo contaban historias de batallas y dolor, pero también de supervivencia. Como las de ella, invisibles pero igualmente profundas."¿Cuánto ha cambiado todo", pensó, recordando aquella noche lluviosa en que huyó de su man
ZaneLa luz plateada de la luna llena bañaba el claro del bosque donde la manada se había reunido. Zane permanecía de pie sobre la roca ceremonial, su figura imponente recortada contra el cielo nocturno. A su lado, Luna resplandecía con una belleza salvaje que hacía que el corazón del Alfa latiera con fuerza. Esta noche era especial. Esta noche cambiaría el rumbo de sus vidas para siempre."Hermanos y hermanas," comenzó Zane, su voz profunda resonando en el silencio de la noche. "Los he convocado bajo la luna llena para ser testigos de mi compromiso con Luna, mi compañera, mi mate, mi igual."Un murmullo recorrió la multitud. Algunos lobos inclinaron la cabeza en señal de respeto, otros sonrieron abiertamente. La transformación de su Alfa había sido notable para todos. El hombre despiadado y frío que una vez los gobernó con mano de hierro ahora mostraba una faceta que muchos creían inexistente: la capacidad de amar.Luna dio un paso al frente, su mano entrelazada con la de Zane. El ve
LunaEl amanecer apenas despuntaba cuando Luna abrió los ojos. A su lado, Zane dormía profundamente, su respiración pausada y tranquila, tan diferente de la bestia feroz que todos temían. Contempló su rostro relajado, las líneas de preocupación suavizadas por el sueño, y sintió una oleada de determinación recorrer su cuerpo. Hoy era el día. La misión que había estado planeando en secreto durante semanas finalmente se pondría en marcha.Con sigilo, se deslizó fuera de la cama, procurando no despertar a Zane. Sabía que si él descubría sus intenciones, jamás le permitiría marcharse sola. Pero esto era algo que debía hacer por sí misma, no solo por él, sino por toda la manada.Se vistió rápidamente con ropa práctica: pantalones resistentes, botas de montaña y una chaqueta ligera pero impermeable. En una pequeña mochila guardó provisiones, un mapa y el amuleto que Mara, la curandera de la manada, le había entregado la noche anterior."Esto te protegerá," le había dicho la anciana con ojos
ZaneEl viento nocturno traía consigo un aroma extraño. Zane se detuvo en el borde del acantilado, sus sentidos completamente alerta. No era la primera vez que percibía aquella esencia en las últimas semanas: un olor metálico mezclado con algo más primitivo, algo que no pertenecía a su territorio.La luna menguante apenas iluminaba el bosque bajo él, pero sus ojos de alfa podían distinguir cada sombra, cada movimiento entre los árboles. Inspiró profundamente, dejando que el aire llenara sus pulmones mientras cerraba los ojos para concentrarse mejor.—Están aquí —murmuró para sí mismo—. Más cerca que nunca.Desde la batalla contra la manada de Rowan, la paz había regresado aparentemente a sus tierras. Luna se había adaptado perfectamente como su compañera y la manada la respetaba como su alfa femenina. Sin embargo, Zane sabía que algo acechaba en las sombras. Pequeños detalles: huellas desconocidas en los límites del territorio, lobos centinelas que reportaban olores extraños, y ahora
Último capítulo