Zane
El viento nocturno traía consigo un aroma extraño. Zane se detuvo en el borde del acantilado, sus sentidos completamente alerta. No era la primera vez que percibía aquella esencia en las últimas semanas: un olor metálico mezclado con algo más primitivo, algo que no pertenecía a su territorio.
La luna menguante apenas iluminaba el bosque bajo él, pero sus ojos de alfa podían distinguir cada sombra, cada movimiento entre los árboles. Inspiró profundamente, dejando que el aire llenara sus pulmones mientras cerraba los ojos para concentrarse mejor.
—Están aquí —murmuró para sí mismo—. Más cerca que nunca.
Desde la batalla contra la manada de Rowan, la paz había regresado aparentemente a sus tierras. Luna se había adaptado perfectamente como su compañera y la manada la respetaba como su alfa femenina. Sin embargo, Zane sabía que algo acechaba en las sombras. Pequeños detalles: huellas desconocidas en los límites del territorio, lobos centinelas que reportaban olores extraños, y ahora