C6-FINGIR SER UNA DE ELLOS.
En el pasillo del hospital, Anya se mordía la uña hasta sentir el sabor de la sangre en la lengua y cuando al fin escuchó la voz de Lía, las palabras salieron atropelladas.
—Lía… ¿tienes doce mil dólares?
El silencio al otro lado la golpeó como agua helada, tragó saliva y añadió rápido:
—Lo pagaré, te lo juro… pero Aidan necesita ese dinero, por favor.La voz de su amiga sonó tranquila y casi maternal.
—Anya, cálmate. ¿Qué pasó? ¿Para qué necesitas esa cantidad?Ella parpadeó conteniendo las lágrimas.
—¿Puedes venir al hospital? Te lo explico todo… por favor.Media hora después estaban en la cafetería y Anya le contó todo lo ocurrido con Levi, cada detalle, cada palabra cruel. Lía la escuchó con los ojos encendidos de rabia, insultando a Levi sin parar.
—Ese imbécil, no puedo creerlo. ¡Deberías denunciarlo, Anya! Eso es un delito.
Ella negó, abrazándose los brazos.
—No… ahora lo más importante es Aidan. Necesito ese dinero… Lía… tu vienes de familia pudiente, por favor… haré lo que sea. Te daré parte de mi sueldo, pero ayúdame… estoy…Las palabras se le quebraron y terminó llevándose la mano a la boca.
—Dios… estoy desesperada.De repente, sintió los brazos de Lía rodeándola y su mano acariciando su espalda como si pudiera sostenerla entera.
—Dios, Anya… ¿en qué momento tu vida se volvió un caos?Ella se hundió en ese abrazo de su amiga.
—No lo sé… parece que estoy viviendo una pesadilla.
—Llora —susurró Lía—, es mejor que lo saques.
De repente, el celular vibró sobre la mesa y Anya se quedó rígida, temiendo que fuera Levi, pero era el teléfono de Lía. Ella lo miró, frunció el ceño y contestó apurada. Regresó minutos después, con el rostro más serio.
—Lo siento… tengo que irme. Es un asunto familiar.
Anya se puso de pie.
—Oh… lo siento. Está bien.Lía la sostuvo por los hombros y la miró directo a los ojos.
—Ya pagué la cuenta del hospital, ¿ok? Aidan estará tranquilo aquí y también cubriré las demás facturas.Los ojos de Anya se abrieron, sorprendida y avergonzada al mismo tiempo.
—No, Lía… yo solo quería…—No digas nada. Eres mi amiga y voy a ayudarte.
Le acarició el cabello con una ternura firme.
—¿Dónde vas a quedarte?—Aquí. No quiero dejar a Aidan.
—Bien. Pero solo por hoy. Mañana te vienes a mi departamento.
—No… no quiero…
—Sin peros, Anya. No voy a dejarte sola en esto.
Besó su mejilla y se marchó. Poco después, Anya volvió a la habitación de su hijo. Se sentó al borde de la cama y acarició el cabello suave de su hijo mientras dormía.
Hasta que golpe en la puerta la congeló.
El corazón se le subió a la garganta, temiendo que fuera Levi. Pero respiró aliviada cuando vio que era Lía, cargando bolsas de papel.
—Te traje comida y no digas que no la necesitas, tu estómago está rugiendo más fuerte que el aire acondicionado.
Anya bajó la cabeza, avergonzada.
—Gracias… no he comido nada.Se sentó en la pequeña mesa y abrió la bolsa. El olor de la hamburguesa le golpeó tan fuerte que casi lloró. Dio un mordisco apresurado mientras Lía la observaba con un gesto extraño, como si dudara en decir algo.
—Anya… —murmuró.
—¿Sí? —preguntó con la boca aún ocupada.
Ella jugueteó con el borde de la mesa y al fin se aclaró la garganta.
—Dijiste qué harías lo que fuera por Aidan, ¿verdad?Anya asintió, sin dudar y Lía la miró con seriedad.
—Entonces creo que tengo un trabajo para ti.El mordisco se le detuvo en la lengua. Dejó la hamburguesa a un lado y esperó.
—¿Un trabajo?—Sí. Pagará bien, podrás olvidarte de las facturas y vivirás cómoda. Con lujos incluso.
Ella frunció el ceño, confundida.
—¿Con lujos? ¿Qué clase de trabajo es ese?Lía le tomó las manos mordiéndose el labio.
—Anya, el trabajo es que… te cases con mi jefe.La frase la dejó sin aire.
—¿Qué? ¿Tu jefe? ¿El dueño del hospital?—Así es. Necesita una esposa falsa, alguien que llene el puesto… y creo que eres perfecta.
Anya sintió la sangre zumbándole en los oídos.
—Pero…—No tienes más opciones, Anya. Tu sueldo no alcanza, y además… hay algo más. Si te casas con él, Levi jamás podrá encontrarte. No podrá tocarte.
Ese detalle sí llamó su atención. Porque nada era peor que vivir con miedo.
—¿Y… él está de acuerdo?
—Sí. ¿Recuerdas la llamada que recibí hace un rato? Era él.
Anya frunció el ceño.
—Me dijiste que era familia…Lía suspiró y bajó la mirada antes de confesar, necesitaba hacerlo, si quería que Anya aceptara el trabajo.
—Ok… lo diré. Pero no grites, ¿vale?Anya asintió por inercia.
—Nosotros… somos hombre lobos. Y si te casas con él… tendrás que fingir ser una de ellos.