El día amaneció con el mismo sol que tocaba suavemente la piel de Ángel, pero algo dentro de él había cambiado.
No era que las sombras del pasado se hubieran desvanecido, ni que las cicatrices de su corazón se hubieran sanado de un día para otro. Sin embargo, había algo en la forma en que la luz caía sobre la ciudad, algo en la quietud de las primeras horas de la mañana, que le decía que podía empezar a caminar de nuevo, sin mirar atrás.Se levantó temprano, sin prisa, como si el tiempo hubiera comenzado a seguir su propio ritmo. En su mente resonaban las palabras de Paola, y aunque al principio le había costado entenderlas, ahora comenzaba a verlas con mayor claridad. Tal vez no necesitaba encontrar respuestas a todo; quizás lo que debía hacer era aceptar que no todo requería una resolución inmediata.La paz, pensó… se encontraba en el momento presente, no en lo que podría haber sido ni en lo que aún podría ser.Esa mañana, mientras se preparaba para sal