Era una mañana fría de domingo, el sol apenas se asomaba entre las nubes, sin fuerza suficiente para calentar las paredes de la ciudad ni el ánimo de quienes dormían y en el pequeño departamento de Paola, todo estaba en calma.
Ella seguía en la cama, acurrucada entre las sábanas, disfrutando de ese raro privilegio de no tener que levantarse temprano, aunque sus ojos ya estaban abiertos desde hacía rato, no tenía intención de moverse. Su cuerpo, entrenado por años de madrugar, ya no sabía lo que era descansar de verdad, pero al menos podía quedarse un rato más entre las cobijas. Entonces, un golpe seco en la puerta la sobresaltó. Frunció el ceño, confundida Mirando el reloj: eran apenas las 9:15 —¿Quién podrá molestar tan temprano un día domingo, weon? —murmuró para sí, aún con la voz pastosa del sueño. Pensó en ignorarlo, quizás era un error, alguien que se había confundido de piso...Pero el golpe volvi