La noche caía sobre la ciudad con su usual manto de calma, pero en el pequeño apartamento de Ángel, el aire estaba cargado de una tensión diferente.
Coromoto lo sabía desde que había cruzado la puerta: esa noche algo había cambiado.La rutina que se había vuelto tan familiar en los últimos meses, con sus miradas furtivas y sus conversaciones llenas de medias palabras, había dejado de ser suficiente.Había algo en el ambiente, algo en la manera en que Ángel la miraba, que la hacía sentir que se acercaban a un momento crucial. Se encontraba sentada en el sofá, observando cómo la luz suave de la lámpara bañaba el lugar, creando sombras que parecían moverse al ritmo de su propio pulso.Ángel, de pie cerca de la ventana, miraba hacia afuera, perdido en sus pensamientos, como si estuviera esperando algo que no podía controlar. Coromoto no podía evitar preguntarse si él también sentía la misma tensión, si compartía esa misma incertidumbre que la consumía por d