La relación de Coromoto y Ángel había sido una fuente constante de consuelo y angustia a la vez.
Los días se sucedían con la misma rutina, pero el peso de su secreto la acosaba.En las profundidades de su ser, Coromoto sabía que vivía una mentira, pero la idea de enfrentarse a la cruda realidad parecía más aterradora que cualquier otra cosa.William, por su parte, se volvía cada vez más distante, cada vez más observador.Ya no eran solo las pequeñas cosas las que le molestaban; algo en su interior comenzaba a sospechar que había algo más, algo que ella intentaba ocultar con todas sus fuerzas.Lo peor de todo era que él, sin decir una palabra, empezaba a reaccionar con más agresividad.No había un detonante claro, pero las discusiones se volvían más intensas, más personales.Coromoto ya no podía soportarlo, y el miedo de que William descubriera toda la verdad la mantenía atrapada en un ciclo de angustia constante.Una tarde, m