La decisión estaba tomada: la policía arrestó a Enrico. A pesar de la confesión de Sebastián, que afirmaba haber consentido lo ocurrido, las autoridades decidieron actuar conforme a la ley.
Sebastián se sentía culpable, no por lo vivido, sino por las consecuencias que estaba acarreando. Joshua, su padre, estaba indignado y dolido. Las imágenes de lo sucedido lo perseguían, y sentía que debía proteger a su hijo a cualquier precio.
—Te vas a pudrir en la cárcel —le gritó a Enrico mientras lo esposaban.
—¡No fue lo que piensan! —alcanzó a decir Enrico.
Rem intentó calmar los ánimos. Sabía que cualquier palabra mal dicha podría empeorar aún más el asunto.
Sebastián, entre lágrimas, se volvió hacia su padre:
—Papá, yo lo amo. No fue un error para mí.
Las palabras del joven cayeron como un balde de agua fría. El silencio reinó entre todos los presentes.
—¿Qué dijiste?
—Lo amo, papá. No fue algo que me hicieron, fue algo que sentí.
Joshua se negó a aceptarlo. Lo miraba con una mezcla de desconcierto y desesperación. Garden y Rem, viendo el deterioro emocional de todos, decidieron llevar la conversación al despacho para evitar más miradas y murmullos.
Elena, mientras tanto, subió a la habitación para recoger sus pertenencias. Garden llamó a la policía para que tomara el caso con la seriedad que requería, y la vida del hotel continuó con una atmósfera tensa.
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Garden y Rem se encerraron en el despacho para hablar con calma. Rem, aún afectado por lo ocurrido, no podía evitar mostrarse decepcionado con su socio.
—No puedo creer que hayas dejado que esto ocurriera aquí —dijo.
—No fue intencional. El hotel es grande. No puedo controlar a todos —respondió Garden.
Rem suspiró, dejando claro que su visita no era solo por el conflicto. Abrió su portafolio y le mostró a Garden un contrato.
—Quiero que inviertas conmigo en un nuevo hotel. Uno que construiremos en el centro de la ciudad.
Garden se sorprendió. No le habían mencionado ese plan antes. Cuestionó la viabilidad del proyecto, ya que el centro estaba ocupado por otras empresas importantes. Pero Rem tenía una carta bajo la manga: un antiguo edificio, abandonado, que alguna vez fue una compañía de videojuegos. Era amplio, bien ubicado, y tenía potencial para convertirse en algo nuevo.
Garden miró las fotografías, reconoció el lugar y recordó su historia. Dudó. El precio, la inversión, el riesgo… todo parecía enorme.
—No sé si esto es buena idea —murmuró.
—Tú piensas demasiado —respondió Rem—. Lo único que tienes que hacer es firmar. Yo me encargo del resto.
Garden aún vacilaba. No por el negocio, sino por los recuerdos que ese lugar le traía. Finalmente, negó con la cabeza.
—No puedo. Y no quiero. Será mejor que te vayas.
Rem, ofendido, guardó sus documentos y salió del despacho con un portazo. Mientras se marchaba, murmuró para sí mismo que algún día Garden lamentaría su decisión.
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Jackson, uno de los empleados del hotel, estaba furioso. Alguien había vomitado en el pasillo, y él, como siempre, debía limpiar. Maldecía en voz baja, cansado de hacer tareas ingratas sin reconocimiento alguno.
Mientras limpiaba, un huésped se acercó. Era Roger Cornelius, un psicólogo que se hospedaba allí con su familia.
—Disculpe… ¿se encuentra bien?
—¿Y tú quién eres? —respondió Jackson con rudeza.
—Solo un psicólogo interesado en ayudar.
Jackson soltó una carcajada irónica y siguió limpiando. Roger no se inmutó. Se mantuvo sereno y le dijo:
—Puedo notar que está frustrado. A veces, cuando uno no se siente valorado, reacciona así. No lo culpo.
Jackson se detuvo. Las palabras le llegaron más de lo que quiso admitir.
—Garden no aprecia lo que hago —confesó finalmente, con la voz rota.
—Entonces no le des ese poder. Tú vales por lo que haces y por lo que eres. No permitas que el desprecio de otro defina tu valor.
Roger le entregó su tarjeta.
—Si alguna vez necesitas hablar, puedes venir a mi habitación. Estaré encantado de escucharte.
En ese momento apareció Nick, pidiendo ayuda con el calefón de su departamento.
—No calienta el agua… ¿Podría revisarlo?
Jackson asintió y se dirigió con él al segundo piso. Roger observó la escena y sonrió levemente. Había logrado una conexión, y tal vez, ayudado a que Jackson comenzara a valorarse más.