CAPÍTULO 8

Al día siguiente, Nick se dirigió al despacho de Garden con paso decidido. No quería seguir sintiéndose prisionero en su propio hogar. Al llegar, la recepcionista le informó que Garden no estaba disponible. Pero Nick insistió.

—Es urgente. Solo necesito unos minutos.

Finalmente, le permitieron pasar. Garden estaba frente al ventanal, como si lo estuviera esperando.

—¿Qué sucede, Nick?

—Quiero que me diga la verdad. Ese espejo… ¿qué es?

Garden se giró lentamente, su expresión serena.

—¿Te refieres al que colocamos en tu departamento?

—Sí. Desde que está ahí, no puedo dormir tranquilo. Algo está mal. No me mire así, sé lo que vi.

Garden no respondió de inmediato. Tomó asiento y le indicó que hiciera lo mismo.

—Hay cosas en este hotel que no todos logran ver. Pero tú… tú eres especial, Nick. Quizá por eso estás percibiendo lo que otros no pueden.

—¿Y por qué ponerlo justo en mi habitación?

—Para observar. Para entender. A veces, la única forma de enfrentar nuestros temores es verlos reflejados.

Nick lo miró, incrédulo.

—¿Está jugando conmigo?

—No, Nick. Pero si tienes miedo, puedes cubrir el espejo por un tiempo. Aunque te advierto: a veces, cuanto más tratamos de ocultar algo, más fuerza toma.

Nick se fue sin despedirse. Garden suspiró y, con un leve gesto, anotó algo en su libreta personal.

******

Nick decidió hacer caso a su intuición. Esa noche, cubrió el espejo con una manta gruesa y se aseguró de que no pudiera verse ni un resquicio de la superficie. Dormir, sin embargo, no fue más fácil.

Soñó con sí mismo. Pero no era él: era su reflejo. En el sueño, esa otra versión suya lo observaba desde el otro lado del vidrio, con una sonrisa tranquila pero vacía. Le hablaba, pero Nick no podía entender lo que decía. Solo sentía que lo llamaba.

Se despertó sudando. Revisó el espejo: la manta seguía en su lugar. Pero el ambiente estaba helado. Era como si una presencia invisible hubiera recorrido la habitación.

Más tarde, mientras desayunaba en el comedor común del hotel, Roger se le acercó.

—No tienes buen semblante.

—No estoy durmiendo bien —dijo Nick sin entrar en detalles.

Roger le ofreció hablar más tarde, en privado. Nick aceptó. Ya no sabía en quién confiar, pero sentía que no podía cargar con esa sensación mucho más tiempo.

Mientras tanto, Garden revisaba los registros del hotel. Cada huésped, cada habitación… todo estaba anotado cuidadosamente. Cuando llegó al nombre de Nick Brown, hizo una pausa. Luego marcó una X en el margen derecho del documento.

******

La sesión con Roger fue breve, pero útil. Nick no mencionó directamente lo del espejo, pero habló de “una sombra” que lo observaba. Roger, aunque intrigado, no quiso presionar. Lo animó a anotar lo que sentía, lo que soñaba, lo que lo perturbaba. A veces escribir ayudaba a calmar la mente.

Esa noche, Nick tomó un cuaderno y empezó a escribir. Al principio solo frases sueltas. Luego, sin darse cuenta, estaba describiendo su sueño con detalles que no recordaba haber vivido: palabras que su reflejo le decía, lugares del hotel que no había recorrido, nombres que no conocía.

Cuando se detuvo, notó que había llenado tres páginas completas. Su mano temblaba.

—¿De dónde salió todo esto? —susurró.

Se levantó y volvió a mirar el espejo. A pesar de estar cubierto, sintió que lo observaba.

Entonces, sin saber por qué, retiró la manta. El espejo estaba allí… y su reflejo también. Todo parecía normal. Pero justo antes de darse vuelta, su reflejo le guiñó un ojo.

Nick se quedó paralizado.

El teléfono sonó.

Era la recepción.

—Señor Brown, lo buscan en el vestíbulo. Dicen que es urgente.

Nick colgó sin responder.

Volvió a mirar el espejo.

Su reflejo ya no lo imitaba.

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