Finalmente, la policía decidió llevarse a Max. Pese a los ruegos del individuo, Johana intentó convencer a los oficiales de que lo dejaran en libertad, pero sus súplicas no fueron escuchadas.Max no dejaba de repetir que era inocente, mientras lo subían al patrullero. Johana, angustiada, corrió hasta la patrulla, haciendo un último intento por detener la situación, pero los oficiales continuaron con su deber. El auto arrancó y se lo llevaron.Nick, que había sido testigo de todo, se acercó a la mujer para ofrecerle unas palabras de consuelo. Odiaba verla llorar. No entendía cómo alguien como ella podía verse tan afectada.—¿Está usted bien? —le preguntó con amabilidad.—Sí… —respondió entre sollozos.—¿Segura? La veo muy angustiada.Nick la miraba con cierta ternura, recordándole en su dulzura a su propia madre.—Lo que pasa es que… —intentó decir Johana, pero le costaba expresarlo.—¿Ese hombre la ha tratado mal?—No físicamente… pero a veces me pregunto si sería más fácil si fuera as
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