61.
Lucas había cambiado desde aquella llamada en el rancho. No sé por qué pero actuaba muy extraño, como si estuviera a punto de colapsar. La arrogancia había dado paso a una paranoia constante.
Esa mañana lo vi con un poco más de atención que de costumbre. Estaba pálido, y su mirada vigilaba a todos lados cada vez que salía, como si esperara que un equipo de policía apareciera para arrestarlo de nuevo. Era muy molesto y patético.
— ¿Todo bien, Lucas? — pregunté con falsa preocupación.
— Perfecto. Solo revisando la seguridad. Nunca se sabe quién está mirando. — respondió, dedicándole una mirada sombría a un pobre jardinero que regaba una maceta.
Me reí por dentro y me bajé del auto, despidiéndome.
Subí a nuestra oficina. Alejandro ya estaba terminando de prepararse para su reunión matutina, un encuentro que esta vez no tenía nada que ver conmigo, yo había decidido tomarme un tiempo libre de las juntas debido al estrés que me ocsaiona la fiesta de Isabella.
— Míralo, Ámber. Parece que Luc