53.

Yo me movía casi de modo automático ese día, sumergida en la fría certeza de que mi vida era un expediente manipulado.

A media mañana, Alejandro entró en el despacho con dos maletas de mano en lugar de la pila habitual de documentos.

— Empaca una muda de ropa para el calor. — ordenó, su voz tranquila pero sin admitir discusión. — Tenemos una reunión de emergencia en otra ciudad.

— ¿De qué estás hablando, Alejandro? ¿Una reunión dónde? — Estaba absorta en mis cosas que ni siquiera procesé completamente lo que dijo. — Sabes que no tengo tiempo. Estoy esperando la llamada del investigador, y necesito organizar los archivos de...

Me interrumpió, poniendo una de las maletas sobre mi escritorio.

— Es un cliente nuevo e importante. — Me dijo, sin darme oportunidad de replicar. — Necesita que cerremos un contrato. Es crucial. El acuerdo es en una hora. En el puerto.

Lo miré con recelo. Conocía todas las agendas de nuestros clientes importantes. Ninguno operaba tan impulsivamente en un puerto.
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