CAPÍTULO 89: LA TRAICIÓN MÁS CRUEL
Elena
El ruido de las sirenas no existe, pero dentro de mí retumba como si las escuchara. Dos policías frente a mi puerta, mi tía temblando a mi lado y mis hijos mirándome desde el pasillo con ojos de susto. Y la frase que no puedo borrar: “Debe acompañarnos a la comisaría.”
Subo al patrullero con el corazón en la garganta, nadie me dice nada más. Me aferro a la idea de que debe tratarse de un malentendido, algo administrativo, cualquier cosa menos lo que mi mente intenta imaginar.
—¿Podría saber de qué se me acusa? —pregunto por tercera vez.
El oficial que conduce mira por el espejo retrovisor, duda, y al final responde:
—Se le investiga por intento de homicidio y posible participación en una desaparición.
—¿Qué? —me quedo helada—. ¿Intento de homicidio? ¿De quién?
—Del señor Jacob Hastings.
El aire se me va del cuerpo.
—Eso es absurdo. —Mi voz se quiebra—. ¡Eso es mentira!
—Lo hablará con el fiscal —dice el otro policía, con tono neutro—. Nosotros