CAPÍTULO 67: ENTRE LA RABIA Y LA TERNURA
Jacob
El beso todavía me quema en la boca cuando su mano sube buscando mi mejilla. Esta vez no la dejo llegar. Le tomo la muñeca en el aire, firme, sin lastimarla, y siento el latido acelerado debajo de mi pulgar. Nos miramos a una distancia tan corta que podría contarle las pestañas.
—Ya basta —escupe—. Deja de jugar conmigo. Si vas a ser padre para mis hijos, sé padre, pero déjame en paz.
Su voz no tiembla; la mía tampoco cuando suelto su muñeca y bajo un paso, dándole espacio.
—No juego contigo, Elena.
—Entonces compórtate como un adulto —responde, fría—. Entra y acompáñalo, eso es lo único que importa ahora.
Me trago todo lo que estaba listo para decir. El pasillo de servicio tiene ese olor metálico a hospital que corta las palabras por la mitad. Atrás, la luz blanca nos vuelve más pálidos y tercos. Asiento una sola vez, abro la puerta y vuelvo al box.
El monitor marca una cadencia tranquila; la piel de Nico recuperó color. Lía duerme en la