CAPÍTULO 66: PASILLO EN LLAMAS
Elena
El técnico llega a la hora exacta, revisa la tubería del baño y luego de veinte minutos la gotera deja de marcar ritmo sobre el balde. Firmo el recibo, le doy las gracias y cierro la puerta con una sensación rara de victoria: algo, por fin, se arregla sin drama.
La tarde se vuelve tranquila. Los mellizos hacen la tarea en la mesa del comedor; Nico colorea las porterías de siempre, Lía practica “octágono” con letra grande. Cocino pasta con salsa simple y los escucho discutir por quién ralla el queso. Les leo dos páginas antes de acostarlos y dejo la lámpara de noche encendida, la que tiene una luna pintada. Reviso por tercera vez el botiquín de emergencia y el sobre con el plan del neurólogo. Todo en su sitio.
Sin embargo, a las tres de la madrugada, el control se rompe.
Me despierta un parpadeo extraño, como si alguien apretara un interruptor dentro de mi cabeza. Abro los ojos y veo la pared del pasillo bailando luces: on, off, on, off, tan rápido