CAPÍTULO 34: HERIDAS VIEJAS, HERIDAS NUEVAS
Jacob
El amanecer llega, pero yo no estoy en mi suite, ni en ninguna sala de juntas. Estoy en una habitación de hospital, con la espalda doliéndome por haber dormido sentado en un sillón rígido.
Parpadeo y la primera imagen que me recibe es ella. Elena. Está dormida en una silla de plástico con la cabeza ladeada hacia la derecha y un mechón rebelde pegado a la frente. Su mano envuelve la de su hija, que está hecha un ovillo en su regazo.
La escena me desarma. Lia respira tranquila, con la boca entreabierta, y Elena la cubre con la chaqueta que yo mismo le puse anoche. Podría jurar que, incluso en sueños, protege a la niña como si el mundo fuera a arrebatarle todo en cualquier momento.
Siento algo que no debería sentir. Algo cálido, incómodo, que me roe las costillas.
Necesito hacer algo, moverme, volver a ser yo. Me levanto sin hacer ruido y salgo de la habitación. El pasillo huele a café recalentado y soledad. Camino hasta mi coche y arranc